LA LIBRERIA FANTASMA

Se puede llegar por la estación del Metro o Metrobús Buenavista, aquellas por las cuales todos los sábados alrededor del medio día, cientos de jóvenes llegan al Tianguis Cultural del Chopo. Pero ésta vez es un día desolado, es miércoles por la mañana y el calor se empieza a sentir.

     Se recorre el primer tramo sobre el Eje 1 Norte, antes de llegar a la calle de Aldama, se observa un colosal edificio de color gris y predominancia de ventanales; entre la antigua Estación de Ferrocarril y el complejo arquitectónico se encuentra un patio con tres palmeras marchitas repartidas a lo ancho. En la esquina está un policía debajo de unas hojas verdes tapándose del sol, vislumbrado lo poco que acontece a su alrededor, gente pasar y un gran número de autos por minuto.

     El uniformado de color azul, sólo se encuentra ahí para “cuidar” que no haya algún disturbio en aquel espacio que sirve como antesala del edificio. Pero, ¿está abierto? La respuesta es negativa.

     El presidente Felipe Calderón presentó el pasado viernes 10 de diciembre de 2007 el Programa Nacional de Cultura 2007-2012, en él se plantea que uno de los principales retos en materia cultural es el rescate completo de la infraestructura cultural.

     Aquel recinto es la Biblioteca de México “José Vasconcelos”, en la entrada no hay ningún letrero que la haga distinguir como tal. Para el actual presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Sergio Vela, las fallas en la llamada Megabiblioteca no son muchas, “lo espantoso es que resulta resolver el problema de humedad y otros problemas inconclusos del inmueble”. Para él falta poco por detallar, y así sea reabierta en la primera parte del año.

     Sin embargo, corre el quinto mes del 2008 y el preservador de la seguridad dice que se reabrirá por agosto, lo único que se encuentra abierto es la Librería de la biblioteca. Desde el 27 de marzo está nuevamente en funcionamiento, a decir de los que trabajan ahí, pero ¿en realidad es una librería?

     Al pasar aquella entrada se baja por una rampa y se llega a ella, cuya arquitectura concuerda con la estructura del gran edificio, muros grises y el rededor de cristales. Lo primero que llama la atención del espectador es una imagen de cartón reflejando a Frida Kahlo y Diego Rivera. Al entrar hay una recepción, en la cual están dos mujeres platicando en su espacio de trabajo rodeado de papeles, revistas, restos de comida; ésta sirve de antesala a la librería.

     No se puede entrar con bolsas, sin embargo, tampoco hay un lugar específico para guardarlas. Cuando alguien entra con alguna mochila, una de ellas pide amablemente pide que se deje sobre la base de madera que las rodea. No le pasará nada, no hay más que tres señores transportando cajas y un policía tratando de que el tiempo trascurra jugando con su teléfono celular.

     El primer libro a la vista de los espectadores es uno de The Beatles en un estante de madera de color café oscuro, como todos los demás en donde se encuentran publicaciones de diversas editoriales como Anagrama, Siglo XXI, Tusquets, Fondo de Cultura Económica o del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

     Al caminar por los diferentes libreros, se observan algunos libros desacomodados, al revisarlos las manos quedan de color gris, parecen como si estuvieran en una casa abandonada, llenos de polvo.

     Conforme se va recorriendo el desorden se vislumbra con más notoriedad: libros tirados en el piso, algunos maltratados. Desde los bestsellers como los libros de Harry Poter, hasta libros de arte o de literatura; todos ellos olvidados, aparentando que no le interesan a nadie, como si no quisieran que fueran comprados.

     Se puede distinguir las secciones de la librería si uno recorre y observa los títulos. Por ejemplo, la “sección infantil” sólo se diferencia por un letrero poco visible hecho a computadora y unos cuantos animales de peluche dentro de un cubo de madera.

     A lo largo de toda la librería están repartidas tres “estancias” de lectura compuesta por sillones de color naranja y una mesa en el centro; igualmente llenos de polvo. La ubicada en el centro está llena de cajas, cintas, tijeras y papeles.

     Si se quiere comprar un libro es difícil encontrarlo, no hay un guía que indique su lugar de ubicación, además de que con el estado en el cual se encuentran, la estancia en aquella librería no es agradable a la vista. Los títulos y las editoriales son reconocidos, sin embargo, parece que a los encargados no les importa su preservación y cuidado; al igual que la biblioteca, sus columnas tienen manchas de humedad.

     Al final de aquella travesía, en la misma recepción en una vitrina se exhibe mercancía de la Biblioteca, como llaveros, gomas, lápices, plumas y agendas. Pero ¿quién va a comprar un recuerdo de una biblioteca que está fuera de servicio? Pareciera que nadie compraría ni un libro, en aquella librería fantasma.



La librería fantasma


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2 comentarios:

Unknown dijo...

Julia,

La librería fantasma me dio miedo, pero me dio más impotencia.

¡Qué abran la Biblioteca!

Ismael dijo...

Pobre papel, tan sucio tan descuidado, tan abandonado tan triste y solo...
Un libro sin librero está desnudo, un libro sin dueño "vive" el desamparo...

JIMH